Nace en Ginebra en 1877, y de la mano de su madre a los diez
años conoce la costa argelina. A los veinte años huye de la Europa civilizada e
hipócrita para sumergirse en las arenas del desierto y en la vida nómada, en
busca de su ser más auténtico. Y allá, en el desierto, travestida de hombre,
escribe cartas, diarios, relatos cortos y reportajes como corresponsal para el
periódico bilingüe Akhabar.
Compresión, respeto y profundo amor por la vida nómada, no
como viajera sino como mujer que hace de los nómadas sus hermanos y toma partido
junto a ellos contra la colonización, algo que califica en sus escritos de
demoníaco y odioso porque destruye la vida de su país de elección.
Su deseo, su búsqueda de la vida y el amor, de la soledad,
el horizonte limpio y calmo, la luz que deslumbra y la oscuridad de las noches
con el fuego y las estrellas… y su escritura que proclama que una modernización
a la occidental no reportará ningún progreso a la gente musulmana, denunciando
inclemente el abuso de la violencia y la avaricia de los colonizadores.
Toda esta terrible clarividencia antes de finalizar el siglo
diecinueve, en el cuerpo pequeño y vulnerable de una mujer vestida de hombre, cabalgando
por el desierto, sola. Murió en una inundación repentina en el desierto en 1904, tenía 27 años.
Acogió los dones y tradiciones de la cultura de la vida
nómada e hizo civilización multicultural para el mundo.