La ciudad de Orán era pura seducción, redondez rosada de axilas perfumadas, pura fuga, corría tras ella, toda vela y velos, traviesa, viva, evaporada, yo siempre extraviada, perdida en los vapores malva del baño moro, amorosa toqueteando los cuerpos que se hacían infinitos de mis padres disueltos.