martes, 18 de julio de 2017

Club de lectura

La última reunión, antes de las vacaciones del club de lectura, será el próximo lunes, 24 de julio. Para esta ocasión se han elegido dos libros muy diferentes, el primero es "Una habitación propia" un ensayo de Virginia Woolf, y el segundo es, "Sin noticias de Gurb", de Eduardo Mendoza. Si te gusta la lectura y enriquecerte con las apreciaciones de las demás lectoras...apúntate al Club.



jueves, 13 de julio de 2017

Suecia anuncia el primer festival sin hombres: "hasta que aprendan a comportarse"

La organización del Bråvalla, uno de los festivales más populares de Suecia, había cancelado su próxima edición tras conocer que la policía registró cuatro denuncias por violación y 23 por agresiones sexuales en la presente edición que concluyó el pasado fin de semana. Sin embargo, en lo que pretende ser un golpe de efecto y una medida ejemplarizante, ha decidido mantener el cartel y celebrarlo también en 2018, aunque con una particularidad: esta vez, vetará la entrada a los hombres.


La encargada del comunicado ha sido la locutora Emma Knyckare, que anunciaba en sus redes sociales que “el primer festival de rock sin hombres de Suecia verá la luz el próximo verano” y que será así “hasta que todos los hombres aprendan a comportarse“. Una medida tildada de radical por algunos y de necesaria por otros, y que hace aflorar una pregunta de difícil contestación: ¿es este el camino para visibilizar y atajar el problema de los abusos en las grandes aglomeraciones?

Reuniones masivas suelen ser sinónimo de problemas. Basta pensar en casos como la violación grupal perpetrada por un grupo de sevillanos en las fiestas de San Fermín de 2016, o en el asesinato de la joven enfermera Nagore Laffage en 2008, también en las fiestas de Pamplona, tras negarse a mantener relaciones sexuales con el que terminó siendo su verdugo. Pero medidas como la adoptada por los gestores del Bråvalla suelen ser también tachadas de discriminatorias. Tanto, que llegan a ser el motivo de la cancelación de otros encuentros de jóvenes, como sucedió el pasado mes de junio cuando las presiones obligaron a suspender un encuentro femenino de ‘gamers’, Gaming Ladies.

Concienciación, educación y medidas de castigo implementadas con rapidez y contundencia. Según los expertos, parece ser el único camino para acabar con la lacra de las agresiones sexistas que no se producen únicamente en las grandes concentraciones, sino que acechan en el autobús, en el metro y en la oficina. Pero, al menos para los primeros casos, parece que la decisión del Bråvalla puede abrir otro camino. Uno que, aunque tal vez se revele como no adecuado con el tiempo, al menos servirá para ahondar en la voluntad de superar las actitudes alejadas del ideal de convivencia. 

martes, 11 de julio de 2017

Kasia

"A veces tengo pesadillas... Recuerdos e imágenes que regresan... Veo algunos cuchillos y me quedo paralizada... Pero, ¿miedo a él? No. A él no le tengo miedo. ¿Qué más puede hacerme? ¿Puede salir de prisión y volver a intentar matarme? Sí, puede hacerlo. Pero he decidido que no quiero vivir con miedo. No me voy a esconder".

Las palabras de Kasia, de 45 años, resuenan en el salón de su casa de Navacerrada, donde decenas de libros comparten estanterías con las fotografías de sus dos hijas adolescentes, de 14 y 15. Aquí, a solo unos metros del dormitorio donde su ex marido se le acercó por la espalda y le asestó 12 puñaladas; rememora el día —era un lunes, recuerda— en el que se convirtió en "superviviente" de la violencia machista. Una lacra que dejó 44 mujeres asesinadas el pasado año y que este 2017 suma ya 28.

El intento de asesinato de Kasia se produjo hace un año. Aquella jornada, España acababa de perder frente a Italia en los octavos de final de la Eurocopa de Francia. Un encuentro que Kasia tiene grabado en la memoria. Después de que el árbitro pitara el final, empezó todo. "Llegué a casa y él estaba viendo el partido. Me fui al dormitorio a cambiarme. Entonces, sentí que se acercaba por detrás", explica, apenas unas semanas después de exponer su historia en el Congreso, donde participó el 29 de marzo en una sesión de la subcomisión para un Pacto de Estado en materia de Violencia de Género. "Qué mejor que el testimonio de una mujer que lo ha pasado, para animar a otras a que denuncien", repite esta polaca, economista de formación.

"Es difícil dar el primer paso. La agresión no se produce de un día para otro. La violencia machista es todo un proceso. Es como una tela de araña que, progresivamente, te va atrapando. Sin que te des cuenta. Hasta que no te deja moverte", subraya esta mujer natural de Katowice, que describe cómo funciona esa red que "te va aprisionando" y que, en su caso, comenzó con la renuncia a su vida laboral porque él se lo pidió —"en ese momento, pensaba que no quería que trabajase por cariño. Ahora veo, en cambio, que era para tenerme controlada"—; con esa ropa que no quería que se pusiese; con ese objeto que ella compraba y que él tiraba porque no le gustaba...

 "Cuando desperté en el hospital, tenía unas enormes ganas de vivir. No quería saber nada de él. Pero, en los meses posteriores, lo echaba de menos. Me daba pena. Es que recuerdas los buenos momentos y vuelves a justificarlo. Por eso, desde el momento en el que una mujer denuncia, tienen que recibir ayuda psicológica".


jueves, 6 de julio de 2017

Kavita Parmar por Jaime Villanueva

Un par de vaqueros Levi's 501 gastan 3.781 litros de agua en todo su ciclo de vida, desde la plantación del algodón, pasando por la manufactura hasta el cuidado del consumidor en el hogar y la eliminación final de la prenda. Son datos de la propia marca que se ha propuesto reducir esa cantidad. Para ello, entre otras iniciativas, ha becado a 10 emprendedores del mundo de la moda entre los que ha repartido 350.000 dólares. La idea es que desarrollen proyectos de innovación para ahorrar agua en sus cadenas de producción. Y Kavita Parmar (India, 1972) es una de las seleccionadas. La diseñadora afincada en Madrid es bien conocida en el sector textil por su IOU Project, una plataforma de trazabilidad que permite conocer y comunicarse con los artesanos que han tejido las telas y los que han confeccionado sus diseños. Basta hacer una foto con el móvil para escanear el código QR de la etiqueta y en pantalla aparece toda la información: fotografías, nombres, historias de vida, vídeos y los datos de contacto.

En su tienda en el lujoso barrio de Salamanca de la capital de España, Parmar agarra una camisa masculina de su colección Madrás, ciudad india –actualmente rebautizada como Chennai– donde residen los 253 artesanos que tejen las telas de esta línea, y muestra su herramienta. "Esto sirve para que la gente sepa que hay un ser humano detrás de una prenda", resume. La que tiene en su mano la han fabricado S. Pariamala –tejido en India– y Maurizio –cosido en Italia. "Esto es el futuro, ojalá me copien todos", repite mientras zarandea suavemente su teléfono móvil. El invento y sobre todo el modelo de transparencia en un sector a veces oscuro llevó a la diseñadora a las páginas de periódicos, a las charlas TEDx y a grandes empresas como consultora. Ahora, su manera de trabajar le ha valido una beca de 50.000 dólares de Levi's para investigar e implementar un sistema de ahorro de agua en la fabricación de las telas en India.



Gracias a su proyecto de trazabilidad, los compradores pueden saber quién ha fabricado la prenda en todas sus fases, incluso ponerse en contacto con los artesanos en India.

En la India nació I Owe You Project, que significa 'proyecto te debo una'. "Fue mi pataleta. Quería lanzar un mensaje. Nos debemos los unos a los otros el actuar de la manera correcta", dice. "En otras industrias ha habido disrupciones, pero en la moda no. Y queríamos hacerla". Durante seis meses, la pareja inventó la plataforma de trazabilidad. Una vez diseñada la herramienta, releyó a Ghandi, se aplicó eso de "ser el cambio que quieres ver" y se fue a la India "a por lo mejor": sus telas. Destino: Madrás. "Es un lugar donde hay 2.500 artesanos. Por eso lo elegí, para que nadie pudiera decirme que mi modelo no era escalable".

Lo de otra moda es posible no es su único mensaje. No hace rebajas porque sus prendas (caras) "valen lo que cuestan. Y si alguien no puede permitírselo, le digo que no me compre". Lo que no es sostenible, añade, es adquirir cientos de camisetas de tres euros. "Si no tienes trabajo, cose tu propia ropa o adquiere una prenda al año", sugiere. Tampoco confecciona colecciones cada temporada. "¿Por qué tenemos que reinventarnos cada tres meses?", se queja. Ni mucho menos aprieta los precios de los artesanos. "Hacemos un intercambio honesto. Por ejemplo, el año pasado subió el precio del algodón y a ellos les salía más caro. Tuve que pagar más", asegura. Nunca cancela pedidos de telas porque haya retrasos; al no estar atada a los ritmos de la industria, produce cuando quiere y puede. Y, sobre todo, busca a los mejores socios allí donde estén: un joven de León que ha recuperado la trashumancia le suministra lana de oveja de Merina. En Valencia encontró a quien le consiguió el mejor negro con tintes no contaminantes. En La Rioja, las auténticas alpargatas. Y en India, por supuesto, sus telas de Madrás.

Fuente: El País.

miércoles, 5 de julio de 2017

¿Por qué algunos se resisten a la igualdad?

Noelia Igareda, profesora de Filosofía del Derecho en la Universidad Autónoma de Barcelona, contesta a esta pregunta remitiéndose a la pérdida de privilegios (del hombre): “Las políticas de discriminación positiva implican la merma de las prerrogativas asociadas a un determinado sexo, clase social y raza. De ahí las resistencias que provocan”. Eguzki Urteaga, profesor de Sociología en la Universidad del País Vasco, abunda en esta teoría: “Estas medidas vienen a cuestionar la posición dominante en que se encuentran ciertos colectivos, entre los cuales están los hombres, lo que genera la aparición de negativas al cambio e intentos de deslegitimar los intentos de modificar el statu quo imperante”. En este sentido, los detractores tratan de justificar su postura “socavando los fundamentos teóricos de dichas prácticas, por ejemplo, considerando que estos ponen en entredicho la igualdad de derechos de los ciudadanos y que conducen a una infravaloración de los colectivos que se benefician de estas medidas”, añade el profesor de Sociología. Su colega Clara Guilló, profesora de Sociología en la Universidad Complutense de Madrid, coincide en que no es tanto una cuestión cultural como de poder. “Estamos ante un problema de privilegios que se perpetúan a través de mecanismos culturales”.

La profesora Igareda gira el foco hacia la educación y piensa que estas herramientas son fundamentales para desmontar el patriarcado instalado en la sociedad. Aunque advierte que “la escuela y la familia también consolidan los roles y estereotipos de género que permiten y toleran la desigualdad de facto en nuestra sociedad”.