martes, 9 de mayo de 2017

Salvar vidas

Si alguien diese con un medicamento barato – tres dólares el tratamiento completo – que puede salvar más de 30.000 vidas al año, aparecería en todos los medios y ganaría reconocimiento inmediato. O tal vez no siempre, como explica un artículo publicado en la prestigiosa revista Lancet, que explica cómo un medicamento así ha pasado 50 años siendo ignorado.

Y la explicación, por desgracia, es sencilla. En la década de 1960 se comprobó cómo un medicamento curaba una enfermedad, pero contaba con un pequeño problema para la época. Quien lo descubrió fue una mujer – la doctora Utako Okamoto – y su tratamiento servía para evitar una dolencia que, por definición, sólo pueden sufrir las mujeres: la hemorragia post-parto. Así que nadie de su entorno le prestó suficiente atención, y su descubrimiento tardó 50 años en comprobarse y ponerse en funcionamiento.

Puede que a mucha gente no le suene la hemorragia post-parto. Y sin embargo, es una importante causa de muerte post-parto. De hecho, se estima que en todo el planeta muere una mujer cada diez minutos debido a este sangrado masivo.

La doctora Okamoto descubrió un compuesto, el ácido tranexámico, a finales de la década de 1950. Y ya en 1962 pudo comprobar que servía para tratar las hemorragias post-parto. Pero, debido a la dominancia masculina de su centro, nadie quiso colaborar con las pruebas clínicas necesarias.

No fue hasta el año 2010, cuando se puso en marcha un proyecto a nivel mundial – denominado World Maternal Antifibronolytic trial – y se realizó, por fin, el ensayo clínico sobre el ácido tranexémico. En dicho estudio participaron 20.000 mujeres de distintos países del planeta, tanto ricos como pobres, y se empleó la más estricta metodología de investigación.

Y lo que se comprobó fue que el descubrimiento que llevaba guardado en un cajón desde 1962 cumplía con lo que se esperaba. No evita el sangrado, pero sí disminuye su cantidad hasta niveles que no resultan peligrosos para la madre. Y lo consigue con una sola dosis, que cuesta unos tres dólares actuales.

No sólo eso, si no que es compatible con otros tratamientos. A diferencia de lo que ocurre con otros compuestos, no presenta incompatibilidades que impidan su administración conjunta. Vaya, que no hay que decidir si dar el tranexémico u otro, lo que no siempre ocurre.

Evidentemente, no todo son buenas noticias. En los países desarrollados el acceso a este medicamento será simple y sencillo. Pero en donde realmente se necesita – países con menos recursos, donde las transfusiones de sangre no son tan sencillas ni seguras – resultará más complicado el acceso. Claro, que eso no es culpa del medicamento, si no de otros muchos factores.

Por suerte, la investigación de la doctora Okamoto ha sido reivindicada y podrá salvar vidas, y tal vez podamos aprender una lección de ello.