martes, 11 de julio de 2017

Kasia

"A veces tengo pesadillas... Recuerdos e imágenes que regresan... Veo algunos cuchillos y me quedo paralizada... Pero, ¿miedo a él? No. A él no le tengo miedo. ¿Qué más puede hacerme? ¿Puede salir de prisión y volver a intentar matarme? Sí, puede hacerlo. Pero he decidido que no quiero vivir con miedo. No me voy a esconder".

Las palabras de Kasia, de 45 años, resuenan en el salón de su casa de Navacerrada, donde decenas de libros comparten estanterías con las fotografías de sus dos hijas adolescentes, de 14 y 15. Aquí, a solo unos metros del dormitorio donde su ex marido se le acercó por la espalda y le asestó 12 puñaladas; rememora el día —era un lunes, recuerda— en el que se convirtió en "superviviente" de la violencia machista. Una lacra que dejó 44 mujeres asesinadas el pasado año y que este 2017 suma ya 28.

El intento de asesinato de Kasia se produjo hace un año. Aquella jornada, España acababa de perder frente a Italia en los octavos de final de la Eurocopa de Francia. Un encuentro que Kasia tiene grabado en la memoria. Después de que el árbitro pitara el final, empezó todo. "Llegué a casa y él estaba viendo el partido. Me fui al dormitorio a cambiarme. Entonces, sentí que se acercaba por detrás", explica, apenas unas semanas después de exponer su historia en el Congreso, donde participó el 29 de marzo en una sesión de la subcomisión para un Pacto de Estado en materia de Violencia de Género. "Qué mejor que el testimonio de una mujer que lo ha pasado, para animar a otras a que denuncien", repite esta polaca, economista de formación.

"Es difícil dar el primer paso. La agresión no se produce de un día para otro. La violencia machista es todo un proceso. Es como una tela de araña que, progresivamente, te va atrapando. Sin que te des cuenta. Hasta que no te deja moverte", subraya esta mujer natural de Katowice, que describe cómo funciona esa red que "te va aprisionando" y que, en su caso, comenzó con la renuncia a su vida laboral porque él se lo pidió —"en ese momento, pensaba que no quería que trabajase por cariño. Ahora veo, en cambio, que era para tenerme controlada"—; con esa ropa que no quería que se pusiese; con ese objeto que ella compraba y que él tiraba porque no le gustaba...

 "Cuando desperté en el hospital, tenía unas enormes ganas de vivir. No quería saber nada de él. Pero, en los meses posteriores, lo echaba de menos. Me daba pena. Es que recuerdas los buenos momentos y vuelves a justificarlo. Por eso, desde el momento en el que una mujer denuncia, tienen que recibir ayuda psicológica".