viernes, 24 de julio de 2015

Isabelle Eberhardr, amor por la vida nómada.

Nace en Ginebra en 1877, y de la mano de su madre a los diez años conoce la costa argelina. A los veinte años huye de la Europa civilizada e hipócrita para sumergirse en las arenas del desierto y en la vida nómada, en busca de su ser más auténtico. Y allá, en el desierto, travestida de hombre, escribe cartas, diarios, relatos cortos y reportajes como corresponsal para el periódico bilingüe Akhabar.

Compresión, respeto y profundo amor por la vida nómada, no como viajera sino como mujer que hace de los nómadas sus hermanos y toma partido junto a ellos contra la colonización, algo que califica en sus escritos de demoníaco y odioso porque destruye la vida de su país de elección.

Su deseo, su búsqueda de la vida y el amor, de la soledad, el horizonte limpio y calmo, la luz que deslumbra y la oscuridad de las noches con el fuego y las estrellas… y su escritura que proclama que una modernización a la occidental no reportará ningún progreso a la gente musulmana, denunciando inclemente el abuso de la violencia y la avaricia de los colonizadores.

Toda esta terrible clarividencia antes de finalizar el siglo diecinueve, en el cuerpo pequeño y vulnerable de una mujer vestida de hombre, cabalgando por el desierto, sola. Murió en una inundación repentina en el desierto en 1904, tenía 27 años.

Acogió los dones y tradiciones de la cultura de la vida nómada e hizo civilización multicultural para el mundo. 

 Para aquellos que conocen el valor y exquisito sabor de la libertad solitaria (porque uno es libre sólo cuando está solo), el acto de abandono es el más valiente y el más hermoso de todos. Isabelle Eberhardr.
Dos imágenes de Isabelle, la de arriba es cuando era una niña y lleva un uniforme de colegio, la de abajo vestida con ropas típicas del desierto argelino.